II 111

Una vez que te has librado del agote, estás listo para seguir tu camino. Echas un último vistazo a la deprimente abadía, y entonces ves una paloma negra sobrevolando el huerto. Estás hambriento, pero al menos has salido vivo de esta trampa mortal. Como era de esperar, tras la abadía se asienta un pueblo fantasma. Sabes muy bien cómo murieron sus habitantes, y esperas al menos que todos hayan encontrado la paz en el otro mundo ahora que has librado a la abadía de su maldición.

Cerca de allí fluye un riachuelo. Te acercas para beber y refrescarte, y te quedas contemplando tu imagen reflejada en el agua. Por un momento, te parece ver un rostro reflejado al lado del tuyo, un rostro familiar que te sonríe. Prosigues tu camino, mientras piensas en ello y llegas a la conclusión de que ese rostro era el de fray Antonio.