II 12

Al rato, otros dos frailes entran por una de las puertas.

– Bien –dice el fraile–. Ya estamos todos. ¿Sorprendido? Sólo somos cinco hermanos en toda la abadía. Cinco almas condenadas por el cielo y el infierno. Y tu llegada ha sido un regalo.

Tus ojos se abren como platos. ¿Qué está diciendo este loco? ¿Acaso se trata de una broma, o es que está como una cabra?. El miedo que sientes ante el hecho de que pronto sabrás la respuesta te hace echar mano instintivamente de tu arma.

– Tú nos darás la oportunidad de paliar nuestro sufrimiento –prosigue–. Con tu sacrificio, András volverá a concedernos su gracia y nos librará de este martirio.

Entonces, el fraile se levanta y te señala, dejando ver parte de su brazo corroído por la lepra. Al instante, los demás frailes se dirigen hacia ti con la intención de atraparte. Luchas contra ellos sin cuartel, dando golpes con tu arma a diestro y siniestro. Mandas al suelo a dos de los frailes de un buen golpe... ¡pero vuelven a levantarse! No importa lo fuerte que les golpees, los frailes siempre se levantan y se dirigen de nuevo hacia ti alargando sus brazos. Llega un momento en que te encuentras demasiado fatigado y consiguen atraparte. Uno de ellos te tapa los ojos con una tela y te conducen fuera del refectorio. Forcejeas todo lo que puedes, pero te es imposible escapar. Sientes un golpe en la cabeza y caes desmayado. Cuando despiertas sólo lo haces para sufrir la más terrible de las muertes. El dolor anega tus sentidos, y el miedo crece a medida que eres torturado por los frailes, sin poder ver nada... Hasta que sientes una presencia maligna cerca de ti y notas cómo te están arrancando la cabeza.