II 106

El fraile sonríe.

– ¿Te interesan los libros? –te pregunta algo sorprendido. Tú sólo asientes–. Pues no sé si sabrás que tenemos una biblioteca estupenda en la abadía. Tenemos tomos de materias muy diversas, teología, historia, ciencias, poesía... Sin ir más lejos, el otro día estuve leyendo el Mensura Astrolabii, un libro que trata sobre la medición de los astrolabios. No es que su lectura me sea muy útil, ya que yo ni siquiera he visto el mar, pero parece muy interesante. ¿Que qué es un astrolabio? Es un instrumento para medir latitudes, necesario para navegar en mar abierto. Verás, hay varias medidas de posición a tener en cuenta a la hora de navegar: rumbo, distancia, latitud y longitud. El rumbo se traza sobre la carta náutica y se puede conocer gracias a la aguja magnética de la brújula; juzgar la distancia recorrida ya es otro cantar, ya que no tenemos instrumentos para medirla; depende, fundamentalmente de la experiencia del piloto, que puede calcular a ojo la velocidad del navío con sólo mirar las burbujas de la estela, las algas flotando inmóviles, o la costa que divisa a lo lejos; la latitud se puede conocer mediante este maravilloso aparato, el astrolabio; y la longitud se deduce sobre la carta náutica a partir de los datos anteriores. Con ellos se “echa el punto” sobre la carta, es decir, se obtiene el lugar concreto en donde se halla el buque en un momento determinado. En realidad se obtienen tres puntos distintos: el de “fantasía”, mediante el rumbo y la distancia; el de “escuadría”, con el rumbo y la latitud; y el de “fantasía y altura”, con la latitud y la distancia. El discriminar entre ellos para tratar de averiguar la verdadera posición del barco es un verdadero arte sólo al alcance de los pilotos más experimentados. Interesante, ¿verdad? Me gustaría poder montar en barco alguna vez sólo para poder poner en práctica estos conocimientos.

Comienzas a aburrirte profundamente, pero por respeto al fraile, que debe ser el magister de la abadía, permaneces en silencio, escuchándole:

– La medida de latitud es la más curiosa de todas. La simple observación del cielo nocturno había revelado desde la antigüedad la existencia de ciertas regularidades en el movimiento de los astros. Las estrellas fijas y la Vía Láctea, esa banda brillante de aspecto nebuloso que atraviesa el cielo, parecían moverse durante la noche como si estuvieran rígidamente unidas a una bóveda invisible que girase alrededor de un punto fijo en el cielo, el Polo Norte celeste. Por las observaciones realizadas desde distintos puntos de la superficie terrestre podía deducirse que esta bóveda era como una gran esfera que rodeaba a la propia Tierra. Una primera forma de medir la latitud, tal y como lo hacían los griegos, era mediante la determinación de la altura de la estrella polar sobre el horizonte, aunque para una medida más precisa de la latitud se utilizaba como referencia la altura del sol cuando éste se encuentra en el punto más alto de su trayectoria sobre cielo, es decir, justo en el mediodía solar. Pero, ¿cómo se determinaba el momento preciso del mediodía solar? Muy ingeniosos los griegos: la solución consistía en empezar a hacer varias medidas de la altura del sol algún tiempo antes del mediodía y continuar midiendo hasta estar seguros de que el sol comienza a bajar.

Tratas en todo momento de parecer interesado, pensando a dónde te llevará todo esto.

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