I 98

Ofreces cinco maravedíes a los alguaciles, y entonces ambos se carcajean ruidosamente, llamando la atención de la gente cercana a la puerta al otro lado de la muralla.

– ¿Crees que soy un estúpido mendigo como el saco de huesos que llevas al lado? –dice, refiriéndose a Mateo–. Mi amigo y yo no nos conformamos con cualquier cosa. O me entregas el arma o te marchas de aquí.

No tienes más remedio que dejar el arma si quieres seguir adelante...

Pasa al 20.