I 102

Una vez dentro de la judería, Mateo se acerca a ti con la intención de contarte algo.

– Me has ayudado mucho hasta ahora – te dice –, y creo que es justo que sepas toda la historia. Yo andaba con un grupo de artistas callejeros, los amigos que han matado esos bandidos despiadados. En mi grupo había juglares, actores y bailarines, y siempre que llegábamos a algún pueblo, nos reuníamos en la Plaza Mayor y ofre-cíamos un espectáculo maravilloso al público, al que pronto cautivábamos, hasta el punto de que la actividad de la plaza casi siempre se solía centrar en nuestra actuación. Un día, un noble señor oyó hablar de nosotros y quiso que actuáramos en su castillo, con motivo de la boda de su hija. Fueron invitados de toda Castilla e incluso de más allá de la frontera, y nosotros estábamos encantados de poder actuar en un evento como ese. Actuamos sobre una gran hogaza de pan. Mientras tocaba mi flauta, observé a una niña pequeña que servía a un misterioso hombre vestido de negro. Fui testigo de lo mal que la trataba, y en mi corazón se fue abriendo un hueco para albergar a aquella niña. Alis me recordaba mucho a mi propia hija, que murió en la epidemia de peste que hubo hace unos años, junto con mi esposa. Cuando todos se retiraron y los criados estaban comiendo de la hogaza de pan sobre la que actuamos, indagué sobre Alis, y algunos de los criados de los diferentes nobles que hicieron acto de presencia esa noche me dijeron que la pequeña judía era una esclava sexual de aquel hombre, y que había cometido con ella toda clase de abominaciones. Cuando supe aquello, me enfurecí muchísimo, y decidí que cuidaría de Alis durante el resto de mi vida. Alis durmió aquella noche con los criados, por lo que me fue relativamente fácil sacarla de allí. Pero al día siguiente, y aún no me explico cómo, su dueño dio conmigo y con mi grupo, y nos exigió que le devolviéramos a Alis. Yo no sólo me negué, sino que me abalancé hacia él y lo herí de muerte con mi cuchillo. Pero antes de morir, el noble me susurró, mirándome con un odio infinito mientras agonizaba: “Serás testigo de cómo todas las personas que quieres irán muriendo una por una, y no podrás hacer nada por impedirlo”. Maldije mi suerte, pues me di cuenta de que acababa de matar a un poderoso brujo, y que su amenaza no era otra cosa que una maldición. Pero no dije nada a mis compañeros para que no se preocuparan. Hoy han muerto todos ellos, y sólo me queda Alis. ¡Dios mío, si le pasara algo, nunca me lo perdonaría!

Mateo parece venirse abajo de nuevo, pero le animas diciéndole que estáis cerca. No obstante, según lo que ha contado, deberías ocuparte de que no te tome mucho cariño...

Mateo añade que la única esperanza que tiene de encontrarla viva es que lleva encima un amuleto judío con los nombres de Senoy, Sansenoy y Semangelof, unos ángeles que protegen del mal a la persona que porta un amuleto con sus nombres.

Sólo el tiempo dirá si vuestra búsqueda lleva a alguna parte...

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